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viernes, 31 de enero de 2014

Procrear no te hace buena mamá

 
La mitificación de la maternidad lleva a muchas mujeres a cuestionarse sobre sobre su rol de bondad en la educación de sus hijos. Un concepto que merece ser revisado.
El ser padre es claramente una construcción. Uno no nace de ese modo, no existe una universidad que prepare y gradúe en la materia, los especialistas se contradicen históricamente y también en simultáneo sobre lo correcto y lo indebido en material de crianza. ¿Cómo encontrar el camino seguro que conduzca a una sabia paternidad, entonces? No hay recetas.
La sociedad nos ha inducido por centurias a considerar que la misión más altruista de una mujer es ser madre. Uno se ha formado con pautas cuasi publicitarias de un "fabricante" de mamás que incita a "comprarlas" por docena a partir de mensajes melosos como que su amor es ilimitado y eterno, pase lo que pase; o que siempre estará para escuchar lo que su hijo tenga para decir; o que tendrá las palabras para confortar cuando sea necesario y la respuesta justa ante las dudas; será quien ame cuando nadie más lo haga y a cualquier precio; o que estará siempre sin pedir nada a cambio.
No existe intención de derribar el afecto real, el vínculo sano y la labor copiosa, mayormente desinteresada, que las madres han hecho a lo largo de la historia. Sí se quiere rever el concepto dado por hecho de que cualquier persona, por el hecho de procrear o de criar se convierte en un ser magnánimo. Este concepto elevado de la maternidad ha afectado en todos los casos a las mujeres que se cuestionaron a sí mismas sobre su rol de bondad en la educación de sus hijos.
Mientras se ha construido el discurso de la cumbre de la felicidad en el hecho de procrear, se esconde más aún bajo la alfombra todo lo negativo que en este proceso surge. Que no sea grato, es parte de la normalidad, pero se insiste en negarlo rotundamente y funciona como un pantalón de talle chico: cuando un kilo lo rebasa, el botón estalla como si el efecto respondiera a una decena de kilos extra, en vez de apenas uno.
Un nuevo individuo en el universo
Cualquiera que mire la experiencia extrema que significa convertirse en padre como un analista aséptico que puede alejarse de todos los clichés, verá que el trámite no es nada excelso.
La sola cuestión de pensar en incorporar a una persona al universo, que ese nuevo individuo dependerá de uno, al menos por dos décadas, y que ese vínculo nunca se cortará (pensar en "siempre", cuando uno es finito, es aún más grande que la propia vida)… es un cambio que impacta radicalmente en la psiquis.
Es cierto, si se mira desde la vereda de enfrente, que desde que el mundo es tal se ha desarrollado este cuasi trámite con total naturalidad, aunque esto no quita que la experiencia, aunque habitual en la gran parte de los seres vivos, sea estremecedora.
Tal vez, si fuera posible en volver más normal el hecho de ser padre y menos "premio Oscar", podríamos sobrellevar el momento con todo lo que implica: lo feliz (que lo es) y lo intolerable (que también lo tiene).
Cuando se logra bajar del pedestal de idealización a la experiencia, es posible racionalizarla y aceptar que -casi como en la vida- tener hijos aporta ciertas cuotas de felicidad, pero no existe ese momento datado en el que puede decirse "ahora soy feliz", sino que es un paraguas general que puede alcanzarse como estado reflexivo.
A la vez, es posible aceptar que el día a día tiene demandas crueles, figuras espantosas y experiencias exigentes que puede destruir la fuerza y capacidad de cualquier adulto.   
Que se tome con más normalidad y aceptación de lo bello y lo no tanto, que se permita la expresión natural de lo que es grato y lo que no, que se pierda el miedo a decir "hoy tengo ganas de matarlo", tal vez permita aliviar la carga, tomar con paz esas sensaciones y elaborarlas sin esconderlas.
Si como si fuera una terapia de adicción una mamá pudiera decir "Soy Juana y en ocasiones odio a mis hijos", sería factible trabajar sobre esa sensación para aliviarla, para compartirla, para convertir a esa madre en una persona más feliz que, a su vez pueda hacer un mejor trabajo con su cría.

* Flavia Tomaello es ensayista, periodista y directora de su propia consultora. Como escritora, ha publicado más de 30 de libros (no ficción, ficción e infantiles), entre ellos "Mala madre. ¿Ser madre y ser buena son sinónimos?"

Fuente:aaaa
 
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